Cuando iniciamos este laboratorio, como cualquiera en nuestra provincia o en el país quien decida emprender con una empresa sanitaria, nos adaptamos al mercado encontrando una variedad de productos de muy diversas calidades, muy poco uniformes y adaptadas para otras condiciones. Ejemplos claros fueron la formalina para los tejidos de biopsia y las soluciones fijadoras para las preparaciones celulares (los llamados "paps").
Esto, a su vez, nos dificultaba producir preparaciones de una calidad consistente o uniforme. Para ese entonces, mi concepto de "control de calidad" era muy vago y mi mayor crítica es que se trataba de una estandarización de procesos, más que una manera clara de elevar la calidad en sí. En ese entonces no comprendía, y fue solo luego de un artículo sobre control de calidad estadístico en citología de cuello uterino y vagina, que la medición de calidad es una cosa y las estrategias corporativas para llegar a un producto deseable y uniforme es otra.
En la integración vertical, la empresa madre crea varias empresas hijas que controla y que a su vez le proporcionan toda la materia prima para permitirle la elaboración de un producto o servicio, creando una especie de monopolio, porque las hijas solo trabajan para la madre y esas empresas no le proporcionan materias a otros competidores de la madre. Esto sería posible, no sé si ético o práctico, si fuéramos una cadena de laboratorios grande, pero el concepto lo empleamos orientado a mantener una estandarización de procesos y obtener un producto que fuera, dentro de una desviación estándar, uniforme.
El tipo de integración vertical fue "hacia atrás", como lo expuse en el ejemplo de arriba. No hay otras empresas salvo ésta, pero empezamos a producir nuestra propia formalina y fijador celular en base a las experiencias en campo que adquirimos a lo largo de los años de operación. Los médicos y clínicas que emplean nuestros servicios quedaron complacidos, porque les quitamos el gasto de tener que que adquirirlos ellos y ese gasto lo asumimos nosotros. Esto permitió usar los envases que nosotros consideramos apropiados, la cantidad de formalina que consideramos necesaria para el promedio de las muestras, así como el tipo de formalina que permitiera la mejor fijación y luego la realización de pruebas especiales en los tejidos procesados.
Del mismo modo, cuando iniciamos a ver las citologías, empezamos a notar que muchos casos realmente no se podían examinar satisfactoriamente porque se empleaban una variedad de fijadores de base acuosa que realmente no cumplían su función y supusimos en su momento que era por dilución del producto en manos de sus usuarios, no porque el producto fuera defectuoso. Investigamos un poco y luego de una fase de experimentación y desarrollo, logramos formular una preparación de base alcohólica que nos permitía producir preparaciones uniformes para nuestras condiciones ambientales y preferencias personales.
Este control sobre las variables que incidían en el producto final, incrementando la estandarización de las preparaciones. Esta capacidad presentó una ventaja competitiva, costo-efectiva.